Nación rotonda – Publicación PDF
Nación Rotonda nació a mediados de 2013, cuando el ingeniero Miguel Álvarez trabajaba cada día con Google Earth. Se le ocurrió mirar qué había pasado con la crisis inmobiliaria desde un punto de vista urbanístico. Muchos habían tratado los efectos económicos de la burbuja, incluidos los desahucios, pero nadie había llevado a cabo un inventario visual de los desastres urbanísticos, más allá de los proyectos fallidos más emblemáticos de la fiebre de la construcción, como Seseña y Valdeluz. Álvarez sumó a este proyecto al arquitecto Guillermo Trapiello y a los también ingenieros Esteban García y Rafael Trapiello.
Unidos a Basurama y a Ecologistas en Acción, entre otras entidades, han creado una web en la que reunir una base de datos, cruce de estadísticas y estudios en profundidad para hacer lo que Rafael Trapiello cataloga de “evaluación de daños” de esta posguerra de la burbuja inmobiliaria.
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Nación Rotonda no se centra sólo en las rotondas, pero sí que las ha escogido como marca de su proyecto, por lo que representan en el contexto de la crisis: “El el símbolo del urbanismo de los últimos quince o veinte años”. ¿Por qué hay tantas? No hay una sola causa, pero Trapiello comenta que la principal es el modelo de planificación urbana, “que beneficia más al coche que al peatón o a quienes se quieran mover en bicicleta, y que al final resulta en ciudades dormitorio”. Además de eso, las rotondas cuentan como zona verde, por lo que se pueden restar de los parques que se deban construir.
En Nación Rotonda no tienen nada en contra del crecimiento, pero sí contra esta forma de crecer. Este modelo residencial que promueve el uso del coche incluso para tomar un café, viene determinado sobre todo por la normativa de edificabilidad, explica Guillermo Trapiello. Esta regulación prevé que el territorio esté separado por zonas de forma rígida, haciendo difícil que se mezclen usos y favoreciendo grandes centros residenciales y centros comerciales separados, sin una vida de barrio similar a la que aún vemos en las ciudades: “No hay lugar a la espontaneidad” que favorecería que surgieran iniciativas de vecinos, como mercados efímeros, por ejemplo.